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Opinión

Cambios estructurales. No a reformas epidérmicas

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Por DINORAH GARCÍA ROMERO 

La República Dominicana parece que se ha acostumbrado a escuchar gemidos que llegan al infinito. Son sollozos de todos los órdenes, pero los más dolorosos y recurrentes están relacionados con el sector educativo. Los factores que inciden en esta convulsión por la educación se originan cuando se constata la cruda realidad educativa en informes, boletines, documentos, en resultados de diagnósticos nacionales e internacionales y, además, cuando la observamos y experimentamos en los contextos de intervención. Las debilidades de la educación dominicana en el ámbito preuniversitario y en el campo de la Educación Superior están a la vista de todos. La semana pasada, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo reveló en su Boletín de Competitividad Sectorial (CBS) 2021 que el 62.3 % de los niños no lee ni comprende un texto sencillo. Destaca, también, las dificultades que estos tienen en matemáticas, en ciencias y en lectura. Estas informaciones no son nuevas, pero presentan un panorama que desalienta, por la gravedad de la situación. La intranquilidad tiene que desaparecer algún día; pero, para ello no hay magia. Para arribar a ese momento, es preciso que las personas y organizaciones comprometidas con el desarrollo de la nación opten por el impulso a cambios estructurales en educación.

La sociedad dominicana ya sabe lo que implica un sistema educativo saturado de reformas epidérmicas. Esta misma sociedad puede dar cuenta de esfuerzos e inversiones con resultados casi frustratorios, como lo que ha supuesto el 4 %. Avanzar en la dirección de cambios estructurales en el sistema educativo requiere una acción colectiva y pensada. El Estado dominicano tiene una gran responsabilidad en la superación de reformas mediatizadas por intereses particulares y distantes de la calidad y de la consistencia de los aprendizajes. Históricamente, el Estado ha postergado la realización de cambios sustantivos que le impriman otro carácter y nivel a la educación dominicana. Las transformaciones estructurales que requiere el sistema educativo no se pueden realizar aisladamente. Es necesario que los sectores sociales afines y conscientes del problema se apresten, también, a pasar de cambio de formas al cambio de fondo. Las necesidades prioritarias requieren visión y acción con perspectiva integral. Ha llegado el tiempo de poner en acción un movimiento socioeducativo capaz de empujar los cambios estructurales que necesita el sistema educativo del país. No puede haber demora, porque la generación en proceso de formación se encuentra estancada. Lo que planteamos no es fácil ni atrae a las fuerzas políticas, estatales y empresariales. Es más fácil continuar nutriendo y expandiendo la ignorancia en el ámbito nacional. Estos sectores, incluyendo el sector de los religiosos, prefieren reformas superficiales para imponer con mayor facilidad sus ideas e intereses.

Optar por cambios estructurales antes que reformas fútiles se articula con un proyecto de sociedad más democrático, inclusivo y con equidad. Es un trabajo a largo plazo, pero hay que iniciarlo para alcanzar la meta. No dudemos en roturar este camino. La sociedad dominicana requiere de nuestro empeño por una educación de calidad, integral y con equidad para todos. Con parches educativos no llegaremos a ningún lado. A partir de las informaciones del Boletín de Competitividad Sectorial 2021, reinventaremos estrategias, procesos y acciones para respuestas inmediatas. Hemos de dar un salto cualitativo y programar, proyectar a más largo plazo, para eliminar la pobreza de los aprendizajes a lo largo de toda la vida.  Hemos de impulsar un cambio estructural del sistema educativo dominicano con optimismo y sin miedo alguno. Intercambiemos ideas, compartamos propuestas que puedan favorecer este sueño tan importante y necesario para el país. Articulemos fuerzas y diseñemos un movimiento socioeducativo nacional que trabaje arduamente por las transformaciones que requiere el sistema educativo dominicano. Si nos lanzamos en esta dirección, les pondremos otro nombre y otro rostro al lamento educativo cotidiano.

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