Por RAFAEL NINO FÉLIZ.

Se podía ser o no del PLD, pero la gente admiraba a Juan Bosch y a su partido. Desde la figura del maestro, la luz de la esperanza, imaginada desde los anhelos del pueblo, creaba una magia que tocaba los corazones, en la creencia de que algo nuevo y limpio se acercaba en la política nacional.

Hoy, en veinte años de gobierno caracterizado por un absolutismo total sobre el país y a una semana de las elecciones para el cambio de autoridades ejecutivas de la nación y del congreso, el PLD tiene una alta tasa de rechazo en el país por todos los sectores sociales, ricos y pobres; viejos y jóvenes; católicos y evangélicos.

Mucho se habla, y crece la creencia, sobre el futuro incierto del PLD; es el propio pueblo que lo expresa en público, en privado y en la intimidad familiar; de forma amistosa y en la actividad laboral.

Todo análisis nos dice que el PLD no sobrevivirá al futuro; su realidad política interna es una sola sombra que cubre todo el espectro de su desarticulada estructura política, la cual sólo funciona bajo el amparo del Estado y la función pública corrompida hasta el tuétano.

El PLD perderá las elecciones del 5 de julio y sus dirigentes no tienen salida; la salida pensable, pero no aconsejable, es la de provocar una situación de caos tan grande en las elecciones, que provoque una crisis nacional; sin embargo, tendrían que dejar el poder de todas maneras…

El PLD empezó a desaparecer cuando sus líderes y toda su élite política renunció a Juan Bosch, aborreciendo los principios de su líder fundador