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Opinión

Coartada perfecta

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POR: Nelson Rodríguez Monegro.

La competencia electoral por la presidencia de la república ha sido un proceso lleno de circunstancias, previsibles algunas, y otras tan inimaginables que no podían haber pasado por la mente de alguien.
Dadas las contradicciones a lo interno del PLD entre Danilo y Leonel, y con las posibilidades de Danilo para maniobrar a lo interno, condición que le da la forma de estructura organizativa del partido, que convierte a quien sea presidente del país en el líder del partido, pues los miembros del Comité Político(CP) son sus empleados y los miembros del Comité Central(CC), a su vez, lo son de esos funcionarios; y ,por ende, desde hace unos años ahí se hace lo que diga Danilo. Es más, Leonel estuvo al borde de no ser siquiera precandidato del partido porque para serlo tenía que sacar un porcentaje de votos del CC que en esos momentos no lo tenía. Incluso, un miembro del CC propuso que se aplicara el procedimiento con esas intenciones, pero la “magnanimidad” de Danilo lo impidió. Entonces, era previsible que en el PLD pudiera darse una división, tal como ocurrió. División esta que junto al desgaste natural del PLD tras 4 periodos consecutivos de gobierno, agravado por un sinnúmero de actos de corrupción, y, sobre todo, de impunidad, nepotismo, y el socavamiento de la institucionalidad del país, lo pone al borde de perder “la banda presidencial”.

Pero quién pudo haber pensado que iba a aparecer una epidemia de tal magnitud que se convierte en pandemia y produjera toda una alteración a escala planetaria en lo sanitario, económico, social, y, en lo que aquí respecta, también en lo político electoral. Parecía que el partido de gobierno iba inexorablemente a una derrota de primera vuelta.
Como respuesta a la pandemia, decisiones en el orden sanitario para la prevención y mitigación como el confinamiento, distanciamiento físico, evitar las aglomeraciones, suspensión de todo evento artístico, deportivo, etc. Impactan lo económico, laboral, como consecuencia se afecta el empleo, la producción. En fin, se altera la dinámica social, económica y laboral de manera integral, teniendo que recurrirse a la implementación de programas económicos y de apoyo social para mitigar estos devastadores efectos negativos de dicha pandemia.
El Estado se ha visto compelido a invertir miles de millones de pesos en subsidios al empleo, tanto a empleados como a empleadores, programas de alimentos para las poblaciones más vulnerables. Es decir, una necesidad inevitable por la pandemia, le abre la posibilidad del uso de cuantiosos recursos, que por la debilidad institucional, sin ninguna fiscalización, le permite solapar el financiamiento de actividades proselitistas a favor de su candidato. Usted no sabe si determinada actividad la hace el gobierno o su candidato. Y es algo a vista de todo el mundo. Además, con una JCE muy perezosa, indiferente, quizás empática, complaciente, que no dice nada “como el merengue sin letras”.
De modo que al gobierno se le ha presentado, por el azar, algo imprevisto, la coartada perfecta para el uso y abuso de los recursos del Estado en beneficio de su candidato, bajo el manto de ayuda humanitaria a la que nadie puede oponerse, por demás necesaria.
Queda pendiente lo relativo a extender por cuarta vez el periodo de excepción, para mantener por 17 días más lo referente al toque de queda, en esta recta final del proceso electoral. Un toque de queda que solo ha operado en lo político-electoral para la oposición, porque el candidato de gobierno se ha servido con la cuchara grande.
Tal parecería que el virus solo se contagia de noche, porque en el día ya no hay ningún tipo de restricción que no sea las asumidas de manera personal, algo de distanciamiento físico en centros comerciales. Pero la oposición que se niega a aprobar esa extensión, por razones obvias, tiene sobre su cabeza la espada de Damocles ya que “si no aprueba el estado de excepción y se incrementa la transmisión y contagio de la enfermedad con sus consecuencias será su culpa”. Y tiene un costo político. Esta tiene un dilema y el gobierno una coartada perfecta.
Quizás si tuviéramos una verdadera democracia, donde haya equidad, justicia social y fortaleza institucional, no se hicieran en estos momentos las elecciones; con una oposición con la rodilla del gobierno en el pescuezo, tal como George Floyd se puede quedar sin oxígeno.

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